sábado, 15 de octubre de 2011

¿Debe dar parte de su sueldo un hijo a sus padres si vive en su casa?


A lo largo de la historia, las sociedades han ido evolucionando  a través de guerras o revoluciones. Todas ellas tenían como objetivo mejorar dando lugar un sistema político, económico y social basado en la igualdad y el bienestar.


El estado de bienestar  se alcanza al cubrir las necesidades sociales básicas, como la educación gratuita o la sanidad pública. Todos los jóvenes (de mi entorno) hemos nacido en un estado de bienestar avanzado y algunos no comprendemos que todas las facilidades que nos dan han sido el resultado de un largo trabajo por parte de nuestros antecesores, sin ir
más lejos, nuestros propios padres.

Hace unos años en nuestro país había gente que no podía estudiar y desde muy temprana edad se ponían a trabajar, pero lo más llamativo es que el dinero no era para ellos, si no para el mantenimiento de la economía familiar. Por ello, nuestros padres han querido darnos lo mejor sin oponer resistencia. Pero esto solo ha ocasionado corrientes juveniles en las cuales  solo se piensa en el ocio y “la libertad” que entendemos como “exigir”. Hemos pasado de trabajar para la familia a pedir dinero. ¿Es que no hay término medio en esta vida? ¿Realmente necesitamos ese dinero?

Para relacionarnos con gente de nuestro entorno no necesitamos dinero. Podemos hablar, reír, pasear al aire libre y conocer otras culturas sin salir de nuestra ciudad. Realmente la paga es algo voluntario que las familias dan, convirtiéndose en una costumbre.



Pero, ¿y si es el caso contrario?... La mayoría de las personas que trabajan y viven en casa de sus padres no colaboran en la economía familiar, si no que su sueldo lo emplean para proyectos propios. ¿Es que no nos paramos a pensar en el gasto que suponemos en nuestra casa? Teléfono, luz, móvil, portátil, agua, consolas, comida… Todo eso parece que nos cae del cielo pero no es así. Hay personas que han trabajado y trabajan para llegar a este bienestar, pero seguimos preocupados por la “necesidad” del botellón o del yo tengo más.

De esta forma llego a la conclusión de que estamos tirando por la borda todo aquello que han logrado las diferentes civilizaciones a lo largo de la historia, pero de algún modo nosotros solo somos el reflejo de la educación y las costumbres que hemos visto a lo largo de nuestra corta vida. Claro que tenemos que colaborar en forma alguna en los gastos familiares y de esta forma podremos obtener un mayor estado de bienestar que nos permita mediante nuestro propio trabajo poder pagarnos nuestros caprichos.



Si todos colaboramos, podemos conseguir grandes cosas y una sociedad más cívica.

domingo, 9 de octubre de 2011

¿Hasta qué punto nos influyen los medios de comunicación?

En la actualidad, vivimos en una sociedad que cada día es más absolutista. Todas las mañanas reflexiono y me mentalizo para que la publicidad, los intereses económicos, la televisión y las ideas estereotipadas no me envuelvan. Pensamos que somos libres y que controlamos nuestras decisiones, pero las decisiones que pensamos tomar libremente, ¿lo son?

Desde que nos levantamos, ejercemos nuestra libertad; elegimos qué ropa, qué estilo, qué peinado… Pero, ¿por qué elegimos un pantalón pitillo o un peinado cardado en vez de una falda por la rodilla y un peinado natural? ¿Por qué un producto y no otro? ¿Por qué es mejor estar delgado y moreno? ¿Por qué si no sigues el patrón general eres parcialmente excluido del grupo? ¿Nadie aprecia lo diferente y lo genuino? ¿Qué o quién mueve los hilos de nuestras vidas como si fuéramos marionetas?


Lo último que he oído ha sido la existencia de una carrera universitaria cuyo fin es averiguar qué cosas estimulan el cerebro para influir en él de manera directa sin que podamos percibirlo. Es decir, estamos poniendo los avances científicos al servicio del marketing y de la publicidad. Utilizan la música, los olores, el espacio, los colores para dirigir nuestra voluntad.

Nos controlamos unos a otros sin tener en cuenta el peligro que supondría dejar de ser personas. La libertad es la capacidad de elegir, y deberíamos preservarla como un tesoro.

¿Estamos dispuestos y preparados para defender nuestra voluntad?


María...