La mayoría respondería con un NO rotundo. En cambio, muchos han aplaudido y celebrado recientemente una ejecución pública.
En los últimos meses hemos asistido a lo que los medios han llamado “Primavera Árabe”. Los ciudadanos de algunos de los países con sistemas dictatoriales se han rebelado contra sus mandatarios exigiéndoles las principales necesidades básicas y sus derechos. Libia ha sido el principal foco de atención debido a la guerra civil que se ha producido y a la participación de la mayoría de los países europeos (como España) junto a EEUU. El jueves día 20, Gadafi fue asesinado supuestamente por los rebeldes, aunque la OTAN había atacado la caravana en la que iba unas horas antes. Todo el mundo se alegraba, “el perro loco del desierto” había muerto.
En primer lugar, la pena de muerte se aplica a aquellas personas que han cometido un delito grave. ¿Pero es que acaso al condenar a alguien a la pena de muerte no estás asesinando intencionadamente? En este caso, no solo deberíamos condenar a la persona que ha sido juzgada por asesinato, sino también al que autoriza, ejecuta y aplaude la pena capital. Además, cuántas veces se ha condenado a la pena de muerte a alguien que al final se ha demostrado que era inocente.
Por otro lado, es cierto que a veces, como en este caso, se trata de una persona de culpabilidad más que probada de atentar contra los derechos humanos reiteradamente. CULPABLE de cometer aberraciones contra su propio pueblo, amenazante, dictatorial, cínico y todos los adjetivos que se nos ocurran. Todo justificaría el deseo de verlo muerto.
Los países en color rojo son aquellos que aplican la pena capital.
Pero, a pesar de todo, nosotros que no somos como él, que valoramos la vida humana, que creemos en los derechos de las personas, en la justica y en el sentido común, no deberíamos alegrarnos, ni mucho menos recrearnos con las imágenes de un hombre y su hijo asesinados y expuestos públicamente como un trofeo al mundo. En este caso, no se ha hecho justicia porque no ha sido juzgado, no se han expuestos todos sus delitos, no ha habido una condena. Le hemos hecho el favor de dejar este mundo sin enfrentarse a su maldad, privado de vivir en libertad, como él mismo hizo a su pueblo. ¿Paradójico, no?
Yo también estoy algo decepcionado con lo que ha sucedido, María. Ojalá le hubiesen cogido, lo hubiesen apresado, juzgado y condenado a pasar lo que le queda en la cárcel. Pero por otro lado no puedo evitar pensar en que los que le cogieron eran gente que llevaba en silencioso desacuerdo desde que nacieron, cualquiera se contiene en esa situación. Aún así, soy defensor de que los delitos se pagan con la cárcel, y no con el descanso eterno.
ResponderEliminarMuchas gracias por comentar Isidro =)
ResponderEliminarAl igual que tú pienso en lo difícil que podría resultar retenerse si has visto como ha muerto tu familia por su culpa. Pensar en esos momentos friamente es dificilísimo, pero es la única forma de que pague por lo que hizo.
Un saludo,
María